MONTIEL, ALEJANDRO; MORAL, JAVIER Y CANET, FERNANDO (COORD.) JAVIER MAQUA: MÁS QUE UN CINEASTA. VOLÚMENES 1 Y 2
SHANGRILA EDICIONES, SANTANDER, 2016, 354 P.P. (VOL. 1) Y 390 P.P. (VOL. 2)

Alan Salvadó Romero

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

SALVADÓ ROMERO, ALAN, "MONTIEL, Alejandro; MORAL, Javier y CANET, Fernando (coord.) Javier Maqua: más que un cineasta. Volúmenes 1 y 2" en: Cinema Comparat/ive Cinema, n.9, 2016, pp. 84-85

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NOTA

 

Contaba el recientemente fallecido Abbas Kiarostami, en el documental de Jean-Pierre Limosin, Verdades e ilusiones (Vérités et songes, dentro de la serie Cinéma, de notre temps, 1994), que nunca se esforzó por ser cineasta ni planeó serlo. Simplemente se dejó llevar y fueron los meandros o zigzagueos de la vida quienes le acercaron o alejaron de la orilla del cine. Decía: «A mis 53 años aún no sé cuál es mi profesión. Vivimos con un oficio provisional». Pocas veces un motivo visual, como es el camino en forma de Z de Kiarostami, define e ilustra tan bien la trayectoria (y filosofía) de un cineasta que también fue poeta, fotógrafo, pedagogo audiovisual (si así podemos definir su trabajo en el Centro Kanun), entre otras cosas.

 

Evocamos esta imagen seminal, la del camino zigzagueante, para tratar de ilustrar: por un lado, el recorrido que plantea el díptico Javier Maqua: más que un cineasta, que han coordinado y compilado (en un riguroso trabajo arqueológico y de investigación) Alejandro Montiel, Javier Moral y Fernando Canet, y, por otro lado, la trayectoria (pluridisciplinar) del propio Javier Maqua, autor nacido en Madrid que dejó su formación de biólogo para transitar, desde finales de los años 60 y con una actitud de cierta militancia y resistencia, por el cine (como director y guionista), la crítica cinematográfica, la televisión, la novela, el teatro y la radio, obteniendo en muchas de las ocasiones notables reconocimientos como el Premio Ondas, el Premio Nacional de Radiodifusión o el Premio Café Gijón. Maqua, prototipo del “oficio provisional” del que hablaba Kiarostami, es de aquellos artistas que se han dejado llevar por su curiosidad e inquietud de experimentación y aprendizaje, sin tener un plan preconcebido; viviendo, por ejemplo, el cine no como una obsesión de dirección única, sino como una vía más para pensar y narrar; en definitiva, una forma más de vivir, tal y como él mismo explica en la entrevista con Marta Sanz que abre la aproximación a su obra.

 

En este sentido, es interesante destacar que muchas veces la historia del cine es monopolizada por algunos nombres, representantes de trayectorias lineales surgidas de las pasiones y obsesiones cinéfilas (tanto por parte de los directores como por parte de la propia crítica); pero también existe otra historia del cine, de la que participa precisamente el díptico Javier Maqua: más que un cineasta; historia menos conocida, protagonizada por aquellos que se acercan al cine no tanto como una forma de saciar un deseo pulsional irrefrenable sino como un azar, un imprevisto, un peldaño más en el camino que no viene trazado de antemano. Se trata de una historia del cine (a contracorriente) más derivativa y errática, donde los recorridos de los autores son difícilmente trazables bajo una lógica causal. Este es el caso de Javier Maqua, representante de un cine vivido como una pieza más de un rompecabezas vital y artístico; imagen wellesiana (o mejor kanesiana), la del rompecabezas, que también deviene motivo visual, para definir el conjunto de su obra poliédrica.

 

Aquí residen, pues, dos de las dificultades que conlleva acercarse a una figura tan singular y particular como la del artista madrileño: su desconocimiento para una mayoría (debido a su aparente “rol secundario” en el panorama del cine español desde la transición hasta la contemporaneidad) y las múltiples aristas que presenta el conjunto de su obra. Sin embargo, el díptico Javier Maqua: más que un cineasta resuelve estas dificultades tanto en su estructura interna (el análisis pormenorizado de sus obras [películas, guiones, novelas y obras de teatro] por parte de especialistas en cada una de las disciplinas practicadas por Maqua y una compilación variada de sus textos más representativos), como en su planteamiento dialógico entre la vida y obra de Maqua (analizadas en el primer volumen) y su pensamiento (recogido en el segundo). La idea del díptico, pues, como una forma de zigzaguear a través del universo Maqua, sin la obligación de seguir necesariamente una cronología, para así descubrir progresivamente una coherencia artístico-vital: un punto de vista crítico trasladado tanto en sus relatos como en sus reflexiones. Así por ejemplo, el análisis de la experiencia en el docudrama televisivo, Vivir cada día (1983-88), dialoga con sus ideas sobre las fronteras entre géneros expuestas en textos remarcables y pioneros en el campo como «El autor en las fronteras de la ficción» (1992) o «Apuntes para una historia de las relaciones entre la realidad y la ficción en la televisión española» (1996); o bien, el análisis de Manuel Vidal Estévez de la sórdida y esperpéntica Chevrolet (1997) contrapuesto con el brillante y visceral texto (contracrónica de las consecuencias de los tumultuosos años 80) titulado «El último pico» (1995), donde Maqua narra los últimos días vividos entre el actor José Luis Manzano y el director Eloy de la Iglesia. Sin duda, uno de los mejores textos que contiene la compilación realizada por los autores, y que da buena cuenta de la mirada de Maqua, que, como bien apuntaba Alejandro Montiel en Algo, y solo algo, del cine de Javier Maqua (2009)1, tiene algo de Stroheim: directa, real, despiadada pero al fin y al cabo, franca.

 

El diálogo cruzado y el tránsito entre los distintos campos practicados por Maqua (se echa quizás en falta una reflexión sobre su trabajo radiofónico) que plantean los dos volúmenes nos lo sitúan, literalmente, en la frontera, tanto de los géneros como de las artes, un tema clave en su obra y una de las bases de su ideario artístico. Se ha hablado y reflexionado sobre la fórmula baziniana de la “impureza del cine”, pero pocas veces se aborda de forma frontal la “impureza” de los artistas y, seguramente, uno de los mayores logros del díptico Javier Maqua: más que un cineasta es el de reivindicar esta “impureza”. Reivindicación que no es nada casual ni inocente si tenemos en cuenta el contexto contemporáneo en que se enmarca: por un lado, la creciente especialización del conocimiento y la progresiva extinción de las humanidades y de los polímatas (término con el cual los autores definen la transversalidad de Maqua); por otro lado, una profunda crisis económica, política y social, en la cual los cimientos de aquello que fue la transición española están hundidos, al igual que los ideales de aquella izquierda que soñó un cambio social con la llegada de la democracia. Maqua, pues, quien vivió y narró de cerca este período de transición, es más vigente que nunca en este gesto de revisión de aquella época para entender la actual. La conciencia política, ética y moral que reflejan las obras y textos de Maqua son en esencia el espíritu que los autores del díptico quieren proclamar a los cuatro vientos: “¡Más Maqua(s)!”.

  

 

NOTA AL PIE

1 / MONTIEL, Alejandro (2009) Algo, y solo algo, del cine de Javier Maqua. El Viejo Topo, Nº 255, abril 2009, p. 65. Barcelona: Ediciones de Intervención Cultural, S.L. En el minidossier colaboraron también Marta Sanz, Javier Moral y Manuel Asín.